sábado, 20 de agosto de 2011

DIOS: ¿EXISTE O NO EXISTE? CIENTÍFICOS PUEDEN SER POCO RELIGIOSOS . INVESTIGAN LA ESTRUCTURA CEREBRAL QUE ALOJA LA CREENCIA RELIGIOSA (se aviva el debate)

CC
TEORÍA DEFINITIVA DE HAWKING
 ¿Demostrará que Dios no existe? EL CONTROVERTIDO físico presentará el viernes, en la Universidad de Newton, su última hipótesis sobre el origen del mundo. No hubo ningún Creador, sostiene Hawking, pese a que él dice que no es ateo PABLO JÁUREGUI

 El Universo nació sin ayuda de Dios. El origen de nuestro mundo puede explicarse perfectamente sin tener que recurrir a supuestas intervenciones divinas. Los seres humanos, por lo tanto, deberían dejar de creer en un ser invisible y omnipotente cuya existencia no tiene ninguna base científica.

 Éste es el mensaje que quiere transmitir el físico más famoso del planeta, tras décadas de investigaciones, reflexiones y meditaciones sobre una silla de ruedas. Stephen Hawking, que hoy regenta la Cátedra de Matemáticas de la Universidad de Cambridge, ha decidido emular al gran filósofo alemán Friederic Nietszche y proclamar que Dios, definitivamente, ha muerto.

 En su best-seller de 1998 Breve Historia del Tiempo, Hawking dejó claro que sus teorías cosmológicas dejaban «muy poco espacio» para la idea de un Dios Creador. Este físico británico, que nació en Oxford el 8 de enero de 1942 (el mismo día que murió Galileo Galilei 300 años antes), afirmó en su libro que Dios le parecía un concepto superfluo para explicar el origen del Universo.

 LA QUINTA DIMENSIÓN
 Según Hawking, la evidencia científica sugiere que jamás existió un momento específico en el que el mundo se creó, por tanto no hay motivo para admitir la existencia de un Creador. El Universo, afirma, no parece tener «ni fronteras, ni límites, ni principio, ni fin», y siempre ha sido un ente «autosuficiente». Desde este punto de vista, dice que Dios es una idea que sobra, ya que no es necesario recurrir a ella para explicar el nacimiento ni las características de nuestro mundo.

 Ahora, el famoso científico quiere ir un poco más lejos. El próximo 12 de julio, pronunciará una conferencia en Cambridge, donde está previsto que exponga su visión atea del Universo. Según declaraciones citadas por The Sunday Times, el físico va a anunciar que por fin ha logrado completar «una teoría sobre el origen del Universo que no necesita la participación de Dios».

 Al parecer, sus últimas investigaciones le han llevado a concluir que el big bang, el Universo y el tiempo físico están inmersos en una quinta dimensión diferente a las tres dimensiones del espacio que percibimos y la cuarta dimensión en la que vivimos: el tiempo.

 Según el científico, las condiciones de esta quinta dimensión desencadenaron el estallido cósmico que dio origen al Universo hace unos 15.000 millones de años. Este descubrimiento confirma que «no es necesario apelar a algo que esté fuera del Universo para explicar su origen».

 Teniendo en cuenta la teoría irreligiosa que defiende, es curioso que su vida haya sido definida por algunos médicos como un «milagro» difícil de explicar. En 1963, cuando tenía 21 años, al joven Hawking se le diagnosticó una esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad que ataca a las células motoras del cuerpo, paralizando gradualmente a sus víctimas. Lo normal es que una persona que cae en las garras de este trastorno muera en menos de cinco años.

 No obstante, a pesar de que se quedó totalmente inmovilizado, el profesor Hawking ha cumplido 60 años en enero de este año, imponiéndose a su enfermedad de una forma tan insólita que ni sus propios médicos logran comprender.

 Según ha confesado, lo que le permitió sobrevivir fue el apoyo de su primera esposa, Jane Wilde, a la que conoció un año antes de caer enfermo y con la que tuvo tres hijos. «Fue Jane la que me dio un motivo para vivir», ha declarado el famoso científico.

 Jane a diferencia de su marido, siempre fue una mujer muy religiosa y, según sus palabras, «sin mi fe en Dios, jamás hubiera podido vivir en esta situación y no hubiera podido casarme con Stephen, porque no hubiera tenido el optimismo que necesitaba para enfrentarme a este desafío». En este sentido, podría decirse que Dios le salvó la vida a este científico ateo.

 No obstante, tras el éxito de su libro, Hawking se divorció de Jane Wilde y poco después se casó con una de sus enfermeras.Sin duda herida por esta traición, Wilde escribió un libro polémico sobre su exmarido en el que le definió como un «tirano» con «el cuerpo de una víctima del Holocausto y las necesidades de un bebé».

 Mucho antes de estudiar Matemáticas y convertirse en un célebre físico, Hawking ya tenía muy clara su actitud hacia todo lo que tuviera que ver con la religión. Su madre, Isabel, que fue la gran influencia en su vida, pertenecía al Partido Comunista de Inglaterra, y le inculcó desde niño la idea de que Dios era un mito inventado por los poderosos para explotar a los esclavizados trabajadores. No es de extrañar que cuando tenía 13 años, el ídolo de Hawking fuera el filósofo Bertrand Russell, un ateo militante que escribió un famoso ensayo titulado Porqué no soy cristiano.

 No todos los científicos comparten la visión atea de Hawking.Es falso creer que la ciencia y la religión son enemigas irreconciliables; algunos científicos no ven ninguna incompatibilidad entre la investigación y la fe. Un ejemplo es Charles Townes, el físico que inventó el láser, quien considera que la regularidad de la naturaleza refleja la existencia de un «diseño inteligente».

 Francis Collins, el prestigioso investigador que encabeza el Proyecto Genoma en Estados Unidos, también cree que no existe ningún conflicto lógico entre la Teoría de la Evolución y el concepto de un Dios Creador. Y uno de los cosmólogos más prestigiosos del mundo, Allan Sandage, afirma que es perfectamente compatible ser científico y creyente.

 De hecho, una encuesta publicada por la revista Nature en abril de 1998 reveló que un 40% de los científicos sigue creyendo en Dios. El otro 60% se divide entre un 45% que se define ateo y un 15% que se mantiene en la frontera escéptica del agnosticismo.

 Al mismo tiempo, la Iglesia durante los últimos años también ha empezado a dar pasos para crear un nuevo clima de paz y entendimiento con los científicos. El Vaticano ya ha pedido perdón formalmente por su intolerante persecución de Galileo Galilei, y en 1996 el Papa Juan Pablo II reconoció que las ideas de Darwin «son más que una mera hipótesis».

 En medio de este clima, prestigiosas universidades como Cambridge o Princeton han creado cátedras dedicadas exclusivamente a la reconciliación entre la religión y la ciencia. En Estados Unidos se han creado varias instituciones con este objetivo. Estos gestos son sorprendentes, si tenemos en cuenta que, en 1981, la Academia Nacional de las Ciencias en EEUU declaraba oficialmente que «la religión y la ciencia son esferas desligadas e incompatibles del pensamiento humano».

 «NO SOY ATEO»
 Cuando al propio Hawking se le preguntó si consideraba que la ciencia y la religión eran incompatibles, contestó que «si eso fuera cierto, entonces Newton no hubiera descubierto la Ley de la Gravedad». En efecto, Newton, el predecesor de Hawking en la Cátedra de Matemáticas de Cambridge, siempre fue un hombre muy religioso y llegó a afirmar que el movimiento uniforme de los planetas «reflejaba el sentido estético del Creador.» De hecho, Hawking siempre ha rechazado la etiqueta de «ateo» para definirse. En todo caso, considera que la idea de Dios es «necesaria» para explicar el origen del Universo. Aunque esto no implica que sea falsa.

 Quizás la actitud más sabia ante estas cuestiones metafísicas sea la que ha expresado el Premio Nobel de Física, Leon Lederman: «Cuando oyes o lees a alguien diciendo algo sobre el nacimiento del Universo, que no te quepa la menor duda de que se lo están inventando todo. Ése es el campo de los filósofos. Dios sabe lo que pasó en el principio de los tiempos»
 http://www.elmundo.es/cronica/2002/351/1026115676.html



 Comentario del Padre Raniero Cantalamessa: «Christopher Hitchens y el final de la evolución»

 Hace tiempo un anónimo benefactor se preocupó de hacerme llegar como regalo, de parte del editor, el ensayo del conocido periodista anglo-estadounidense Christopher Hitchens titulado «Dios no es grande»; el subtítulo es: «La religión envenena todo» («God is not great. How religion poisons everything», Nueva York 2007). Pienso que no lo hizo con afán polémico, sino con el deseo de ayudarme a salir del engaño en el que, en su opinión, me encuentro como creyente y como comentarista del Evangelio en televisión.
 Quiero decir enseguida que estoy agradecido a este desconocido amigo. Muchos reproches que Hitchens dirige a los creyentes de todas las religiones (el islam no recibe en el libro un trato mejor que el cristianismo, cosa que revela una buena dosis de valor por parte del autor) son fundados y hay que tomarlos en consideración para no repetir los mismos errores del pasado. El Concilio Vaticano II afirma que la fe cristiana puede y debe sacar provecho también de las críticas de quienes la combaten, y éste es ciertamente uno de los casos.
 Pero Hitchens mete todo en el mismo saco. Dice atenerse al criterio evangélico de juzgar el árbol por sus frutos, pero del árbol de la religión él considera sólo los frutos podridos, nunca los frutos buenos. Los santos, los genios y los benefactores dados a la humanidad por la fe, o alimentados de ella, no cuentan nada. Con los mismos criterios, esto es, considerando sólo el lado oscuro de una institución, se podría escribir un libro negro de todas las grandes realidades humanas: de la familia, de la medicina (recuérdese para qué servía la medicina en Auschwitz), del psicoanálisis (¡de él se ha escrito recientemente, de hecho, un «libro negro»!), del propio periodismo que ejerce el autor (¡cuántas veces ha estado, y está, a servicio de los tiranos y de los intereses de grupos de poder!).
 De su crítica no se salva nadie. ¿Francisco de Asís? ¡«Un mamífero que creía hablar a los pájaros»! ¿La Madre Teresa de Calcuta? «Una ambiciosa monja albanesa», hecha famosa por el libro «Algo bello para Dios», escrito sobre ella por Malcom Muggeridge. En otras palabras, ¡un producto como tantos otros de la era mediática!
 Pascal concluye el relato de su descubrimiento del Dios vivo con las palabras: «Alegría, alegría, lágrimas de alegría», y C. S. Lewis describe su conversión como haber sido «sorprendido por la alegría»; pero para Hitchens «hay algo sombrío e incongruente» en estos dos autores, una fundamental ausencia de felicidad como en todos los creyentes («¿Por qué una creencia así no hace felices a sus seguidores?»).
 Dostoiewski fue uno de los principales testigos de cargo de la religión, pero de él se toman en consideración mucho más los argumentos puestos en boca del rebelde y del ateo Iván que los del devoto Aliocha, el cual, como se sabe, refleja bastante más de cerca el pensamiento del escritor.
 Tertuliano se convierte en un «padre de la Iglesia» de manera que su «credo quia absurdum», «creo porque es absurdo», pueda presentarse como el pensamiento de todo el cristianismo, mientras se sabe que, cuando escribe tales palabras (interpretadas, aparte de todo, fuera del propio contexto y de modo inexacto), Tertuliano está considerado por la Iglesia como un hereje. Extraña, además, esta crítica a Tertuliano, porque si existe un apologeta al que Hitchens se parezca espectacularmente, en la cara opuesta, es precisamente este africano: la misma capacidad dialéctica, la misma voluntad de triunfar del adversario, sepultándolo bajo una masa de argumentos aparentemente, pero sólo aparentemente, indiscutibles: la cantidad sustituyendo a la calidad de los argumentos.
 Un recensor inglés ha comparado al autor del libro con un desafiante púgil que en el gimnasio lanza puñetazos furiosos contra un saco de arena inerte, ignorando que el verdadero campeón que hay que abatir está en otro sitio. Él no derriba la verdadera fe, sino su caricatura. A mi la lectura del libro me ha traído a la memoria el deporte de tiro al plato: se lanzan al aire blancos artificialmente confeccionados que el tirador, sin esfuerzo, hace añicos con disparos precisos.
 Hitchens combate los distintos integrismos religiosos con otro de signo opuesto. «El de Hitchens –observaba Renzo Guolo en "La Repubblica"— se asemeja al manifiesto militante de un mundo que parece polarizado entre los inquietantes partidarios del fundamentalismo, con sus locos proyectos de nuevos, totalitarios, estados éticos, y los proclives a un neosecularismo integral que minusvalora la búsqueda de sentido de muchos en el tiempo del final de las "grandes narraciones"».
 Hitchens da prueba de integrismo también en otro sentido. Aún con intenciones opuestas, él lee las Escrituras exactamente como lo hacen ciertos representantes del fundamentalismo bíblico de corte evangélico americano, esto es, a la letra, sin esfuerzo alguno de contextualización y de hermenéutica histórica. Esto le permite hablar de «la pesadilla del Antiguo Testamento».
 Pero Christopher Hitchens es una persona inteligente. Ha previsto que la religión sobrevivirá también a su ataque, como ha sobrevivido a muchísimos otros que le han precedido, y se ha preocupado de dar una explicación a este embarazoso hecho: «La fe religiosa --escribe-- es inextirpable porque somos criaturas en evolución. No se extinguirá nunca, o al menos, no se extinguirá mientras no venzamos el miedo a la muerte, a lo oscuro, a lo desconocido y a los demás». La religión no es más que un estadio intermedio provisional, ligado a la situación del hombre que es un «ser en evolución».
 De esta forma el autor se atribuye tácitamente el papel de quien ha roto tal barrera, anticipando solitariamente el final de la evolución e, igual que el Zaratustra nietzschiano, vuelve a la tierra para iluminar sobre las realidades de las cosas a los pobres mortales.
 Repito: no se puede dejar de admirar la extraordinaria cultura del autor y la pertinencia de ciertas críticas suyas. Lástima que haya preferido vencer clamorosamente, renunciando así a convencer, incluso cuando podría haberlo hecho en provecho de la sociedad y de la propia religión.
 [Traducción del original italiano realizada por Zenit]
 http://www.zenit.org/article-24923?l=spanish

 Los Científicos Pueden Ser Poco Religiosos, Pero Quizá la Ciencia No Sea la Causa
http://www.amazings.com/ciencia/noticias/140807d.html. Elaine Howard Ecklund
El primer análisis sistemático en décadas llevado a cabo para examinar las prácticas y creencias religiosas de los académicos de élite en el campo de las ciencias, sostiene la noción de que los profesores de ciencia en las principales universidades son menos religiosos que la población en general, pero atribuye la causa de esto a una serie de variables que tienen muy poco que ver con su actividad científica.
El estudio, realizado del 2005 al 2007, fue conducido por Elaine Howard Ecklund, profesora de sociología en la Universidad de Buffalo. El estudio se basa en una encuesta realizada a 1.646 académicos científicos en 21 universidades de élite conocidas por su rica actividad en investigación científica, y también en entrevistas minuciosas realizadas a 271 de ellos.
La muestra escogida para las encuestas estaba constituida por académicos de 7 disciplinas diferentes de las ciencias sociales y naturales: física, química, biología, sociología, economía, ciencias políticas, psicología, y subcampos como la biología molecular, la bioquímica, la psicología social y las neurociencias.
Según Ecklund, este nuevo estudio no sostiene la idea de que los científicos simplemente abandonan su identidad religiosa ante el peso de su aprendizaje profesional, porque exista un conflicto inherente entre ciencia y fe, o porque haya presiones institucionales que así lo exijan.
"Es importante comprender esto, porque afrontamos controversias entre la religión y la ciencia respecto a la investigación sobre las células madre y hasta sobre la evolución, por ejemplo, y se ha incrementado el debate sobre el papel de la religión tanto en el ámbito de la política nacional como en el de las políticas públicas que influyen en la ciencia", explica Ecklund.
La encuesta incluyó preguntas sobre prácticas, creencias e identidades religiosas, así como otras cuestiones sobre prácticas espirituales, ética y la intersección entre la ciencia y la religión en la especialidad científica de cada encuestado. Además, se les preguntó sobre el rango académico, las publicaciones y datos demográficos.
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Después, los autores analizaron las diferencias entre los científicos de ciencias naturales y los de ciencias sociales con respecto al público en general, y las diferencias entre ellos mismos en términos de religiosidad. También, tuvieron en cuenta algunos de los orígenes de esas diferencias.
Concluyeron que tanto los académicos de las ciencias sociales como los de las naturales, en las universidades de élite en el mundo de la investigación, son significativamente menos religiosos que la población en general. Casi un 52 por ciento de los científicos encuestados, declararon no tener ninguna afiliación religiosa real en la actualidad, en comparación con sólo un 14 por ciento de la población en general.
Según este nuevo estudio, crecer en una familia en la que la religión y las prácticas religiosas eran consideradas de gran valor, es el elemento más importante para predecir el grado de religiosidad actual de un sujeto, tanto entre los científicos como entre la población en general.
Ecklund piensa que la suposición de que convertirse en científico implica necesariamente la pérdida de la religiosidad, no es sostenible. Más bien, lo que ocurre es, en cierto modo, un proceso inverso. "Al parecer, aquellos que no tienen antecedentes religiosos eligen por sí solos, en porcentajes estadísticos significativamente mayores, seguir los caminos hacia profesiones científicas", explica Ecklund
http://www.buffalo.edu/news/8732
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Si usted cree en Dios o, en general, en alguna forma de ente místico, sepa que la inmensa mayoría de la humanidad está en su mismo bando. Si por el contrario no es creyente, es usted, en términos estadísticos, un raro. Si la demostración de la existencia de Dios se basara en el número de fieles, la cosa estaría clara. No es así, aunque en lo que respecta a este artículo eso es, en realidad, lo de menos. Creyentes y no creyentes están divididos por la misma pregunta: ¿Cómo pueden ellos no creer/creer (táchese lo que no corresponda)? Este texto pretende resumir las respuestas que la ciencia da a ambas preguntas. Los físicos están pletóricos este año porque gracias al acelerador de partículas LHC, que pronto empezará a funcionar cerca de Ginebra, podrán por fin buscar una partícula fundamental que explica el origen de la masa, y a la que llaman la partícula de Dios. Los matemáticos, por su parte, tienen desde hace más de dos siglos una fórmula que relaciona cinco números esenciales en las matemáticas -entre ellos el famoso pi-, y a la que algunos, no todos, se refieren como la fórmula de Dios. Pero, apodos aparte, lo cierto es que la ciencia no se ocupa de Dios. O no de demostrar su existencia o inexistencia. Las opiniones de Einstein -expresadas en una carta recientemente subastada- valen en este terreno tanto como las de cualquiera. Sí que se pregunta la ciencia, en cambio, por qué existe la religión MÓNICA SALOMONE. El País de España
Ver más en http://creceraprendiendo.blogspot.com/2008/05/dios-cre-al-hombre-o-el-hombre-cre-dios.html

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