viernes, 15 de abril de 2011

CANGREJO: caracteriza el tiempo presente por su caminar. "A paso de cangrejo" de Umberto Eco (y otros títulos)

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Por Roberto Valencia. A paso de cangrejo reúne muchas de las colaboraciones escritas a partir del año 2000, y que bajo el epígrafe “La bustina de Minerva” Eco firma desde 1985 en el semanario L’espresso. Asimismo compila artículos publicados en el diario La Repubblica y algunas conferencias y textos dispersos. Entre la diversidad de temas, hay dos asuntos que destacan sobre el resto tanto por la gravedad como por las conclusiones alcanzadas: ciertas reflexiones sobre la guerra y la radiografía que Eco trazó diariamente del régimen de Silvio Berlusconi.

Las preocupaciones bélicas de Eco no son nuevas. En un artículo escrito con motivo de la primera guerra del Golfo –ver Cinco escritos morales (Lumen, 1998)– señalaba que los esquemas del enfrentamiento armado habían evolucionado en los últimos tiempos. La guerra ya no convoca ese empuje viril que cita a los regimientos en las campas invadidas, sino que escenifica un despliegue tecnológico que concita, a su pesar, numerosas paradojas. En el primer texto de este volumen, Eco recoge este planteamiento y amplía su tipología bélica con el objetivo de dibujar el actual panorama globalizado. El resultado es que, ciertamente, los contrasentidos han aumentado en los últimos quince años. La guerra como plan de acción ha dejado de resultar una herramienta manejable. La intervención de los medios de comunicación, la culpabilidad social del país invasor, el capitalismo armamentístico y otros factores se han enredado en un curioso nudo. Tras el despertar de la guerra fría y la amenaza de Al Qaeda, la guerra se ha revelado menos irrealizable que nunca, de modo que su celebración, parece decir Eco, desafía cualquier previsión estratégica que pueda realizar el país que la provoca. Pues bien, esta dificultad para materializarse no obstaculiza su desencadenamiento. Eco mira el mapa y lanza su dictamen: hay y habrá guerras paleolíticas (que se manifiestan mediante el enfrentamiento frontal entre batallones), y hay o habrá neoguerras, esos conflictos posmodernos donde, sea para atenuar el impacto terrorista o para invadir un país con armamento tecnológico, purgan determinados territorios a la búsqueda de un enemigo escurridizo, casi invisible.

En otro segmento del libro, Eco desenmascara las estrategias comunicativas de Silvio Berlusconi, el hombre que explotó hasta el tuétano la tecnología mediática con el fin de alumbrar el modelo perfecto del populismo político en la Europa democrática del siglo XXI. Aquí basta con señalar lo obvio. Un empresario multimillonario que mete la pata con tanta frecuencia en sus comparecencias públicas no puede calificarse a las bravas de imbécil. Tiene que haber algo más. Y unos medios de comunicación televisivos tan burdos, tan carnavalescos en sus formas y actitud, han de obedecer no sólo a la propagación de un estilo de vida estulto, sino a la creación de una cortina de humo capaz de enfangar toda crítica. Únanse las dos premisas y ya tenemos en activo al prócer omnipresente, al simpático dominador, al superhombre ambicioso y amoral que no precisó encarcelar periodistas para que media Italia creyera en su efigie con una pasión inmarchitable.

El volumen contiene muchos otros textos valiosos. Particularmente morboso resulta, a priori, conocer sus comentarios a El código da Vinci. Rescatable desde un orden moral, el llamamiento al voto en las elecciones generales italianas de 2001 (que devolvieron a Berlusconi al poder), o la apelación a los Estados europeos a no dejarse adelantar por Estados Unidos y la China emergente en la carrera geoeconómica. Irónica es su recreación de la sangrienta toma de Jerusalén por los cruzados en el año 1099, y brillantemente resignado el escrutinio que realiza de las ventajas e inconvenientes de la muerte. ¿Por qué El nombre de la rosa continúa reeditándose y A paso de cangrejo quedará sepultado inmediatamente en el olvido? http://www.letraslibres.com/index.php?art=12258

Umberto Eco. A paso de cangrejo.

http://lepisma.liblit.com/2009/01/30/umberto-eco-a-paso-de-cangrejo/

Hablando sobre como conseguir la paz:

La paz como ejemplo. Es posible que les parezca un concepto muy cristiano, pero advierto que lo habrían aceptado incluso muchos sabios paganos: hagamos la paz entre nosotros dos, aunque solo sea entre Mónteseos y Capuletos; esto no resolverá los problemas del mundo, pero demostrará que la negociación es posible ahora y siempre.

El esfuerzo por reducir los conflictos locales sirve para transmitir la confianza de que un día también se resolverán los conflictos globales. Es una ilusión piadosa, pero algunas veces hay que mentir con el ejemplo. Miente mal quien miente con palabras, pero miente bien quien, al hacer algo, permite pensar que otros pueden hacer lo mismo, aunque miente cuando, por medio del ejemplo, permite pensar que una proposición particular (unos p hacen q) puede necesariamente transformarse en proposición universal (todos los p hacen q).

Pero estas son las razones por las que la ética y la retórica no son lógica formal. Nuestra única esperanza es trabajar en las paces locales.

Predicar con el ejemplo. No es mala idea. Sobre la labor del intelectual comprometido:

[...]El intelectual comprometido debe poner en dificultades ante todo a aquellos con los que se siente comprometido.

Si tuviera que encontrar citas textuales sobre el tema, mi cosecha sería exigua, pero esta breve antología es en extremo elocuente. Esto es lo que nos decía Bobbio cuando afirmaba que los hombres de cultura, aunque se consideraran alineados, debían ante todo oponerse críticamente a procedimientos falseadores y a razonamientos viciados (ibid., p. 24), que «se puede perfectamente no ser neutral, esto es, tomar partido por unos y no por otros, manteniéndose fieles al procedimiento de la imparcialidad», porque «ser imparciales no significa no dar la razón a ninguno de los dos contendientes, sino dar la razón a uno o al otro, o tal vez negársela a ambos, una vez examinadas todas las circunstancias» (ibid., p. 117), que «se puede ser imparciales sin ser neutrales» (ibid., p. 164) y que «más allá del deber de entrar en la lucha, el hombre de cultura tiene derecho a no aceptar los términos de la lucha tal como están planteados, a discutirlos, a someterlos a la crítica de la razón», porque «por encima del deber de la colaboración está el derecho a la investigación»

Siempre se ha visto mal criticar al propio partido. No sólo es un derecho para el intelectual hacerlo, sino un deber. Sobre el sentido común y la ilustración:

Esto implica que haya un buen sentido, o un sentido común, que no será tan dominante como la «recta razón», pero que de algo sirve. Basta no atribuir responsabilidades demasiado metafísicas al cálculo y, además, como sugería Leibniz, siempre vale la pena sentarse en torno a una mesa y decir calculemus.

Por tanto, creo que un buen ilustrado es el que cree que las cosas «van de una determinada manera». Este realismo minimalista ha sido confirmado recientemente por Searle, que no siempre acierta, pero que de vez en cuando tiene ideas claras y razonables. Decir que la realidad va de determinada manera no significa afirmar que podamos conocerla o que algún día la conoceremos. Aunque nunca llegáramos a conocerla, las cosas irían así y no de otra manera. Incluso el que piensa que las cosas hoy van de una manera y mañana de otra, es decir, que el mundo es extravagante, caótico, cambiante, y pasa de una ley a otra mal que les pese a metafísicos.y cosmólogos, admitiría que esta caprichosa mutabilidad del mundo es justamente la manera como van las cosas.Y, por tanto, vale la pena seguir proponiendo descripciones de estas condenadas cosas.

Contra el relativismo del todo vale se impone una ilustración en las que algunas cosas valen más que otras ¿todavía hay alguien que lo dude? Sobre los discursos que obligan a posiciones del conmigo o contra mí:

Pero, al menos en cuanto se refiere a las palabras, las cosas no van mucho mejor en nuestro país. Si se te ocurre decir que Bin Laden es un bandido, te responden que lo que quieres es matar a los niños de Kabul, y si deseas que en Kabul no mueran los niños te consideran un defensor de Bin Laden. La única forma de no seguir su juego es negarse a las campañas de blanco o negro y cultivar esa profunda sabiduría que nuestra cultura nos ha transmitido: la capacidad de hacer distinciones.

Hace algunas semanas apareció una encuesta según la cual parecía que una gran mayoría de la izquierda «comprendía» las razones de Bin Laden. ¡Tierra, trágame! ¿Hay que pensar que el que había respondido en este sentido aprobaba la destrucción de las dos torres? No lo creo. Creo más bien que, según como estuviera planteada la pregunta, en momentos como ese la gente no distingue bien, por ejemplo, entre explicar, comprender, justificar y compartir.
Erika es una muchacha que está acusada de haber acuchillado a su madre y a su hermano pequeño. ¿Se puede explicar este hecho? Sin duda, y deberían hacerlo los psicólogos y psiquiatras. ¿Se puede comprender a Erika? Si me explican que era presa de un ataque de locura, la puedo entender, porque el loco no razona. ¿Se puede justificar7. Desde luego que no, y es preciso que un tribunal condene su acto y actúe con ella de tal forma que no pueda volver a hacer daño. ¿Se puede compartir lo que ha hecho en el sentido de que nosotros también lo haríamos? Espero que no, si no somos uno de esos descerebrados que le envían mensajes de solidaridad.


Escrito en el contexto de Bin Laden, pero extrapolable a cualquier situación. Los matices existen, y son importantes. Sobre el relativismo cultural:

La labor del antropólogo cultural era demostrar que existían lógicas distintas a las occidentales, y que debían ser tomadas en serio, y no despreciadas y reprimidas.

Esto no quería decir que los antropólogos, una vez explicada la lógica de los otros, decidieran vivir como ellos; es más, excepto unos pocos casos, una vez acabado el largo trabajo en ultramar, regresaban para pasar una serena vejez en Devonshire o en Picardía. No obstante, leyendo sus libros se podría pensar que la antropología cultural mantenía una postura relativista, y afirmaba que todas las culturas valen lo mismo. Creo que no es así.
El antropólogo nos decía, a lo sumo, que mientras los otros estuvieran en su casa había que respetar su forma de vivir.


En otro artículo sobre el mismo tema:

Si, como dicen algunos, en el mundo no hubiera hechos sino solo interpretaciones, no se podría negociar, porque, no habría criterio alguno para decidir si mi interpretación es mejor que la tuya. Se pueden comparar y discutir interpretaciones precisamente porque se ponen frente a los hechos que pretenden interpretar.

Dicen por ahí que un cura mal informado me ha incluido recientemente en la lista de los malos maestros, porque según él yo he sostenido .que no existen hechos, sino solo interpretaciones. No me importa ser considerado un mal maestro (luciferinamente querría serlo aunque, a medida que voy creciendo en edad y sabiduría, cada vez soy más consciente de ser un pésimo alumno), pero es que en muchos escritos he sostenido justo lo contrario, es decir, que nuestras interpretaciones se estrellan continuamente contra la dura realidad de los hechos, y los hechos (aunque a menudo son difíciles de interpretar) están ahí, sólidos y arrolladores, desafiando las interpretaciones insostenibles.

Ya en otros escritos criticaba Eco la opinión de que cualquier interpretación es válida. No es así. Los hechos están ahí y no hay quien los cambie. Sobre la negociación:

Todos aspiramos a lo mejor, pero todos hemos aprendido que a veces lo mejor es enemigo de lo bueno y, por tanto, cuando se negocia hay que elegir lo menos malo.Y quién sabe cuántas negociaciones como esta habrá que hacer en el futuro para evitar la sangre en una sociedad multiétnica. Aceptar lo menos malo, confiando en que no se convierta en una costumbre, no excluye que haya que luchar para conseguir lo mejor, aunque, como es evidente, al no ser lo mejor un hecho sino un fin seguirá siendo ©bjeto de muchas interpretaciones.

Evita hablar de posibilismo, palabra con una mala fama inmerecida. Gran frase la de a veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Sobre el descrédito de la ciencia:

Los medios de comunicación de masas a menudo acusan a la ciencia de ser responsable del orgullo luciferino con que la humanidad avanza hacia su posible destrucción, y al hacer esto confunden evidentemente la ciencia con la tecnología. No es la ciencia la responsable del armamento atómico, del agujero en la capa de ozono, del deshielo, etc.; en todo caso, la ciencia todavía es capaz de advertirnos de los riesgos que corremos cuando, utilizando tal vez sus principios, nos dedicamos a crear tecnologías irresponsables.

Entiendo que se haya bajado a la ciencia del altar dónde se había colocado, pero hemos pasado al otro extremo.

Un libro para aprender y reflexionar. Ésta es la labor del intelectual. No hablar en tertulias de radio de cualquier cosa sin pensar, sino reflexionar sobre los problemas de la actualidad y aplicar su conocimiento para iluminar y sugerir caminos.


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Tags:Debols!llo, Umberto Eco
En general… Hay un retroceso hacia viejos estereotipos A PRINCIPIOS DE ESTE SIGLO, el semiólogo italiano Umberto Eco percibió algunos síntomas de amnesia en el estado mental de Europa. Cuando los países pierden parte de su memoria, del mismo modo que las personas, sufren graves crisis de identidad. Es lo que nos está pasando y, para mejor comprensión, ya propuse en su momento la lectura de A paso de cangrejo (Debate), una selección de textos del ensayista, novelista y catedrático de semiótica más famoso del mundo. Leyendo a Eco comprobarán su perspicacia al describir esos momentos históricos en los que tenemos la sensación de que el progreso se detiene y se cierran las puertas que durante mucho tiempo permanecieron abiertas para que circularan libremente las ideas. Perdemos parte de lo aprendido y, en vez avanzar, parece que desandamos el camino. Una involución que no sólo afecta a la economía o al Estado del bienestar, sino a ciertos derechos adquiridos que considerábamos irrenunciables, de manera especial a los derechos de los trabajadores y los de las mujeres.
http://www.tiempodehoy.com/default.asp?idpublicacio_PK=50&idnoticia_PK=62274&idseccio_PK=630


El l asombro aún intacto de dos intelectuales. http://www.elpais.com.uy/Suple/QuePasa/10/10/30/quepasa_524989.asp

La cuestión. ¿Cómo sobrevive la magia de los libros desde las primeras lecturas infantiles? La respuesta / nadie acabará con los libros

Umberto Eco conoce el elogio académico y la atención del best seller, principalmente a partir del éxito de En nombre de la rosa. Jean-Claude Carrière, por su parte, es un guionista cinematográfico de prestigio, ganado fundamentalmente por su asociación con Luis Buñuel. La idea de Nadie acabará con los libros (Lumen, 320 pesos) es reunirlos y hacerlos conversar sobre la supervivencia de algo tan analógico como la literatura en tiempos tan digitales. No sacan conclusiones relevantes pero el tono de la charla, entre erudito y canchero, consigue estimular la reflexión.

Umberto Eco: Mi descubrimiento del libro fue distinto. Mi abuelo paterno, que murió cuando yo tenía cinco o seis años, era tipógrafo. Como todos los tipógrafos, estaba políticamente comprometido con las luchas sociales de su tiempo. Socialista humanitario, no se conformaba con organizar huelgas: refugiaba en su casa a los esquiroles, para evitar que sus compañeros les pegaran.

De vez en cuando, íbamos a verle al campo. Desde que se había jubilado era encuadernador. En su casa, en un estante, había un montón de libros que aguardaban ser encuadernados. La mayor parte era ilustrada: las ediciones de las novelas populares del siglo XIX con los grabados de Joannot o Lenoir, ese tipo de cosas. Mi amor por el folletín seguramente nació en gran parte en aquella época, cuando frecuentaba el taller de mi abuelo. Cuando murió, en su casa todavía había libros que le habían dado para que los encuadernara pero que nadie reclamó. Entonces los pusieron en una caja que mi padre, el primogénito de 13 hijos heredó. Esa caja enorme estaba en el sótano de nuestra casa y, cuando tenía que bajar allí para coger carbón para la calefacción o una botella de vino, abría la caja y les echaba una ojeada a todos esos libros sin encuadernar, extraordinarios para un niño de ocho años. Estaban allí para despertar mi inteligencia. No sólo Darwin, sino también libros eróticos y todos los episodios desde 1912 hasta 1921 del Giornale illustrato dei Viaggi. Eran los números de la Primera Guerra Mundial, y mi imaginación se alimentaba de franceses valientes que daban sablazos a los prusianos con sus cascos con clavo, todo ello impregnado de un nacionalismo extremista que obviamente yo no percibía. Y aliñado por con historias que se desarrollaban en tierras exóticas, de una crueldad de la que no tenemos idea: cabezas cortadas, vírgenes violadas, niños destripados...

Jean Claude Carriere: Yo nací en el campo en una casa sin libros. Mi padre leyó y releyó un sólo libro durante toda su vida, Valentine, de George Sand. Cuando le preguntaban por qué lo releía siempre, contestaba "Me gusta mucho, ¿por qué debería leer otros libros?

Los primeros libros que entraron en mi casa, a excepción de un viejo misal fueron mis libros de infancia. El primer libro que vi en mi vida, creo fue el libro sagrado en misa, colocado en un lugar destacado sobre el altar, donde el sacerdote pasaba sus páginas con respeto. Mi primer libro fue, pues, un objeto de veneración. El cura, en aquel entonces, daba la espalda a los fieles y leía el evangelio con extremo fervor, cantando el principio: "In Illo tempore, dixit Iesus discipulis suis..."

La verdad salía cantando de un libro. Algo profundamente escrito en mi me hace ver el sitio del libro como algo privilegiado y sagrado, y el libro preside, siempre más o menos, en el altar de mi infancia. El libro, porque de un libro se trata, contiene una verdad que escapa a los hombres.

Extrañamente he vuelto a tener esa sensación, mucho después, en una película del Gordo y el Flaco que son unos de mis personajes preferidos. Laurel dice algo, ya no recuerdo qué. Hardy se sorprende y le pregunta si está seguro. Y Laurel contesta: "Lo sé, lo he leído en un libro". Argumento que todavía hoy, me parece suficiente.

Me convertí en un bibliófilo muy pronto, si se puede decir que lo soy, porque he encontrado una lista de libros que compuse a los 10 años. ¡Contenía ya 80 título! Julio Verne, James Oliver Curwood, Fenimore Cooper, Jack London, Mayne Reid y muchos otros. Guardé esa lista como una especie de primer catálogo. Existía, pues, una atracción. En parte derivaba de la privación de libros, en parte de esa aureola extraordinaria que rodeaba en nuestras campiñas, al gran misal.

El otro testigo

Las charlas entre Eco y Carrière están moderadas por Jean-Philippe de Tonnac, un periodista del Nouvel Observateur


Umberto Eco y las artes Las listas visuales Pedro da Cruz


http://www.elpais.com.uy/Suple/Cultural/10/10/22/cultural_522757.asp


EN SU LIBRO más reciente, El vértigo de las listas (ver El País Cultural No. 1063), escrito en relación con un trabajo encargado por el Museo del Louvre en 2009, Umberto Eco continúa con la forma de trabajo que anteriormente utilizó en sus Historia de la belleza e Historia de la fealdad: el análisis de distintos temas a partir de una combinación de elementos literarios y visuales.

En el prólogo, Eco cuenta que su fascinación por las listas en la literatura se remonta a su época de estudiante, y menciona entre sus fuentes de interés tanto textos medievales como de James Joyce, Jacques Prévert, Walt Whitman y Jorge Luis Borges entre muchos otros.

Como punto de partida de su razonamiento, utiliza pasajes de la Ilíada para definir los modelos de análisis de dos tipos distintos de listas. El primero de los pasajes elegidos es la larga descripción homérica de los motivos del nuevo escudo que el dios Hefesto forjó para Aquiles, en sustitución del tomado por Héctor cuando mató a Patroclo. El escudo, al contener todos los motivos descritos, es tomado como ejemplo de una obra "cerrada"


El segundo pasaje citado por Eco es la descripción de la inmensidad del ejército que se apresta a atacar Troya. En el texto son nombrados los capitanes de cada una de las naves, pero como no se menciona cuantos hombres tenía a su mando cada uno de ellos, el número total de soldados resulta indefinido. El pasaje es tomado como ejemplo de una obra que no contiene la totalidad de los motivos, sino que continúa con un "etcétera".

LISTAS Y ELENCOS. La lista como fenómeno está basada en la palabra, en general en la exhaustiva descripción de un motivo o grupos de motivos, ya sean las cualidades de los vagabundos que andan por los caminos del mundo enumeradas por el propio Eco en El nombre de la rosa, como el contenido de los cajones de la cocina de Leopold Bloom que James Joyce describió en Ulises. Basado en las previas categorías de listas referidas a lo literario, Eco establece las correspondientes definiciones en el campo de las artes, con "listas" basadas en lo visual que denomina elencos o catálogos.

Como en el caso de las listas literarias, se puede identificar en obras de arte de distintas épocas dos tipos de elencos, cerrados o que continúan con un etcétera. Los pasajes de la Ilíada citados con anterioridad también sirvieron como motivo de diferentes obras, por ejemplo El escudo de Aquiles, una ilustración realizada por Quatremère de Quinncy incluida en El Júpiter olímpico, o el arte de la escultura antigua, libro publicado en París en 1815. El pasaje de las naves que se acercan a Troya es el motivo de El juicio de Paris y la guerra de Troya (1540) de Matthias Gerung, ejemplo de un etcétera visual, ya que las incontables tiendas y naves de los sitiadores se pierden en la distancia.

La mayoría de las obras elegidas para ilustrar distintos aspectos de los elencos en el campo visual muestran escenas bíblicas, de batallas o de festejos grandiosos, en las que la cantidad de figuras es abrumadora. Esta cualidad, una enorme multiplicación de los motivos, va a ser la más importante, en detrimento de las definiciones de listas cerradas y de etcétera en los capítulos en que Eco analiza las categorías "Listas de cosas", "Listas de lugares" y "Colecciones y tesoros".

Entre las obras con motivos de carácter bíblico en las que proliferan las figuras se cuentan El jardín de las delicias (1500), de Hieronymus Bosch (El Bosco) y La coronación de la Virgen (1580), de Tintoretto. Hubiera sido prácticamente imposible que Alberto Durero pudiera pintar cada uno de los personajes de Martirio de los diez mil cristianos (1508), por lo que el artista dejó al espectador la tarea de imaginar que el resto de las figuras están fuera del marco de la obra.

También son incluidas escenas de batallas con una cantidad de figuras que resulta asombrosa, entre otras las frecuentemente reproducidas La batalla de Issos (1529), de Albrecht Altdorfer, y La batalla de Lepanto (1605), de Andrea Michieli. Otras obras menos conocidas, con soluciones plásticas adaptadas al gran número de figuras, son también interesantes en este contexto. En La llegada de Isabel de Parma con motivo de su casamiento con José II (1760), de Martin Mytens, el cortejo de la princesa zigzaguea por un terreno plano, lo que permite representar mayor cantidad de carruajes y soldados, mientras que en La Pasión de Cristo (1471), de Hans Memling, todas las escenas de la Pasión, desde la Flagelación a la Resurrección, están representadas simultáneamente en distintos lugares de una ciudad medieval, una solución precursora del cómic de nuestros días.

COLECCIONES Y GABINETES. En "Intercambios entre lista y forma", el capítulo más corto del libro (de una sola página), Eco escribe sobre la transformación de una lista en forma. Pone como ejemplo la obra de Giuseppe Arcimboldo, y señala que el pintor toma los elementos de una lista posible, todas las frutas y hortalizas existentes, y compone con ellos una forma que no es la esperada o la debida. Como ejemplo es reproducida La primavera (1573), un retrato de medio busto de un hombre de perfil, con la cabeza formada por flores y el cuerpo por hojas.

Otro tipo de elenco estudiado por Eco son las obras que registran colecciones de tesoros eclesiásticos, obras de arte, elementos de la naturaleza, etc. A partir del Renacimiento, los más importantes compradores de arte no vinculados a la iglesia fueron miembros de las casas reales europeas, los que, para poder demostrar la importancia de sus colecciones, encargaban obras que registraran sus acervos. David Teniers pintó por ejemplo El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas (1650). En otras colecciones, las llamadas "wunderkammer", o gabinetes de curiosidades, las obras de arte se exponen junto a todo tipo de objetos, como monedas antiguas, caracoles y animales disecados, los que se ven en Colección de arte y curiosidades (1636), de Frans Francken.

También existen ejemplos de elencos visuales que no están basados en una colección real, sino en colecciones inventadas, un tipo de "galería virtual" de la época. Uno de los artistas más conocidos en crear este tipo de obras fue Giovanni Pannini, que en Galería con vistas de la Roma moderna (1759) reunió una serie de esculturas, entre otras el Moisés de Miguel Ángel, y pinturas con motivos de fuentes y edificios de la época. Petrus van Elven pintó Visión fantástica de los principales monumentos de Italia (1858), en la que junto a una corriente de agua representó, lado a lado, las catedrales de Milán y Venecia, la Torre de Pisa, así como arcos de triunfo y templos clásicos de Roma.

Para ilustrar ejemplos de elencos en obras de arte contemporáneas, tanto objetos como instalaciones, Eco eligió trabajos que se destacan por la repetición y multiplicación de los elementos. Es el caso de las conocidas "acumulaciones" de Arman, hileras de colillas de cigarrillos retorcidas de Damien Hirst, y las mesas con vajilla de Daniel Spoerri.

El vértigo de las listas es también una muestra de la habilidad de Eco para dejar conforme a todos los lectores, ya sean los que sólo eligen leer algunos de los textos, o mirar rápidamente las reproducciones, como los que analizan a conciencia los numerosos pasajes de textos incluidos en el libro

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