viernes, 15 de abril de 2011

SOS: Estalló fuego en el infierno. SOS (Henri Barbusse)

CC



Nota: dos obras clásicas de HenriBarbusse. La una describe y analiza el infierno o frenesí de la vida. En el otro Barbusse es protagnositaanónimo como soldado del infierno mismo. Henri Barbusse (1873-1935)


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Biografía completa del autoren http://gabriel-apaza.nireblog.com/post/2008/06/18/biografia-completa-de-henri-barbusse
EL INFIERNO

“El Infierno”” logra resumir en sus 250 páginas toda la esencia de lo humano, y Henri Barbusse sabe explicarla sin ninguna afectación y con total sencillez a través de una historia en apariencia banal. Un joven provinciano llega a París para trabajar, hospedándose en la habitación de una pensión. Pronto descubrirá que existe un agujero por el que puede contemplar la habitación vecina, tarea a la que se dedicará desde entonces, hasta convertirse aquello que observa en su obsesión.
La habitación contigua se convierte así en el escenario de todas las pasiones humanas: la vida, la muerte, el amor y el deseo, son representados por los distintos huéspedes que ocupan la habitación, ajenos por completo al ojo que los observa. Creyéndose seguros entre las paredes de la habitación, se muestran tal cual son en su ruindad, en sus anhelos, en sus miedos y en su belleza.
Nuestro joven reflexiona sin cesar sobre lo que observa. En ocasiones son los propios espiados quienes cavilan sobre los actos humanos, propios o ajenos, llenando las páginas de la novela de meditaciones sobre las fatigas de la vida, sus placeres y su brevedad.
Sublime es el capítulo dedicado a una pareja de amantes que se reúne en la habitación y que necesita recordar continuamente lo inmoral de su unión para mantener viva la llama de su pasión. La mujer siente miedo de la muerte, del paso del tiempo que ya comienza a marchitar su belleza. Su amado le canta una poesía en donde recoge, a mi entender, la vida entera: el trabajo como una labor estéril y agotadora, el amor como un bálsamo insuficiente para calmar todos los dolores de la vida, las renuncias continuas, las pérdidas incesantes, la maternidad como un acto estéril vencido de antemano por la muerte. Y al final de todo ello, la tumba, cuyo polvo nos tenemos que limpiar día a día mientras vivimos, pues la muerte nos marca cada jornada como ganado que un día pastará en sus campos.
Para el protagonista, la vida del hombre se resume en una única reflexión: queremos lo que no tenemos. No importa si lo tuvimos y lo perdimos, o si jamás nos será dado poseerlo; todo lo que el hombre hace, lo hace por obtener algo que no tiene y que desea, que necesita tener de forma perentoria, y cuyo anhelo le encrespa la sangre y no le permite vivir. Pero el ser humano no comprende que todo lo que busca está dentro de él. Nada hay fuera, lo exterior es sólo un reflejo engañoso donde se afana en buscar lo que, realmente, lleva en su interior


EL FUEGO

Eso no son soldados, son hombres. No son aventureros, guerreros hechos para la carnicería humana (o carniceros o ganado). Son jornaleros y obreros y se les reconoce a pesar de sus uniformes. Son civiles arrancados de cuajo de su sitio. Están a punto. Esperan la señal para morir o matar, pero se ve, al contemplar sus rostros entre los rayos de las bayonetas, que son simples hombres.

Con el subtítulo Diario de una escuadra, concluyó en diciembre de 1915 Henri Barbusse su novela El fuego, basada en sus propias experiencias como soldado de infantería en la Gran Guerra. Una novela terrible y hermosa a la vez que describe las miserias padecidas por los hombres enviados a morir en las trincheras en nombre de la patria —ese hermoso concepto que unos esgrimen, pero por el que otros mueren.

La vida llena de privaciones del frente es descrita por Barbusse de una forma lírica y tremendista por igual. El hambre, la suciedad, los piojos y el frío atacan a los soldados con la misma ferocidad que los obuses enemigos. No hay un instante de reposo para ellos: en las trincheras duermen en agujeros escavados en el barro, viven pendientes de la entrega irregular de los alimentos o improvisan abrigos con telas y pieles, que los convierten en un inmenso ejército de menesterosos. Un ejército que marcha durante seis horas en la oscuridad para comenzar a construir una trinchera bajo el fuego alemán, o que carga para conquistar una posición enemiga. Un ejército donde no hay heroísmos, únicamente desesperación, cansancio y necesidad.

El autor es un observador atento que describe la vida de su brigada como si de la de un único hombre se tratara. Sin sentimentalismos ramplones, transmite la idea de que ese puñado de hombres que componen la brigada, todos de distintos orígenes y edades y reunidos por el azar de la guerra, se han convertido en algo parecido a una familia fuertemente unida por la necesidad, y sólo separada por la muerte.

La novela, construida en gran parte a base de los diálogos que mantienen los soldados, adquiere un tono vivaz y realista que acerca la verdad cotidiana de la existencia que esos hombres conocieron. Para ellos la muerte está tan presente que apenas piensan en ella, sus preocupaciones se centran en la hora del rancho, en el cuarto de vino que podrán beber o en protegerse del frío. El futuro es algo incierto, improbable, hacer planes no merece la pena. El único deseo es que la guerra acabe y, a veces, brilla por un instante la esperanza de conservar aún la vida cuando eso suceda.

Y no obstante, son vagamente conscientes de que ellos se juegan la vida para que todo siga como está. Para que los “escaqueados” que permanecen en la retaguardia por enchufe o gracias a triquiñuelas, y los civiles que disfrutan en la retaguardia de las mil comodidades de las que ellos se ven privados, puedan volver a enviar a otros a la muerte si llega el caso. Mientras ello sufren y mueren destrozados por los obuses en el barro (y Barbusse hace gala de una gran destreza descriptiva para presentar los cadáveres mutilados, los heridos, el panorama desolador de la tierra aniquilada), los civiles viven creyendo que el frente tiene el brillo de oropel de un magnífico desfile militar, o bien consideran que su aportación como comerciantes u oficinista tiene el mismo valor que la sangre derramada.

Una reflexión, que sale del pecho de los soldados como un grito, cierra el libro. La guerra sólo merece la pena si de su horror surge la igualdad entre los hombres. Porque si la igualdad nace, no habrá mas guerras: su sacrificio no habrá sido en vano. No quieren la gloria, moneda sin valor con que la sociedad recompensa a sus héroes; quieren el progreso, entendido como la posibilidad de ser hombres, de ser libres e iguales, de que nadie tenga la potestad de enviarles a la muerte. ¿Lo consiguieron?

Otro comentario de EL INFIERNO http://gabriel-apaza.nireblog.com/post/2008/06/18/biografia-completa-de-henri-barbusse

Libro desolado y pesimista. Se trata de una narración a contrapelo de una época en que los autores escribían por puro entretenimiento. Barbusse demuestra que la novela no es una labor de ameno y ágil flautista, y se sirve de ella para para restablecer la verdad entre sus semejantes y destruir la injusticia. La novela carece de acción; no hay en ella argumento. Cuenta la llegada de un joven de provincias a París para trabajar en un banco. En la habitación de la pensión donde se aloja, hay un pequeño agujero en la pared que le permite ver y escuchar a sus vecinos de alcoba. Por ella van desfilando toda clase de personajes que expresan el rico mosaico de vivencias y problemas de la gran ciudad. Se trata de gentes cuyo nombre y cuya historia ignora, habitantes ocasionales de un cuarto en el que los personajes se creen solos, al abrigo de las normas imperantes.

Los relatos del vidente oculto, aunque parecen fragmentarios y sin relación, tienen un hilo irrompible que los junta, dándoles una sólida unidad: la vida. Todo pasa ante el agujero, desde los amores regulares a los amores unisexuales; nace un nuevo ser; muere un hombre; unos médicos, en el secreto del cuarto cerrado, se atreven a confesar la inutilidad de su ciencia con un desaliento aterrador; un sacerdote atropella a un moribundo para salvarlo a viva fuerza.

Pero la pluma de un gran artista, el talento genial de Barbusse, da a esta novela, que apenas es novela para muchos, un interés poderoso, a pesar de su falta de argumento. Es un relato impactante y desesperante sobre el vacío, sobre la insignificancia de nuestra existencía. En todas las épocas la lectura de esta novela ha dejado una huella profunda. Representa -dijo Victor Cyrll- uno de los más grandes esfuerzos artísticos de la producción contemporánea.

El agujero por el cual un hombre sumerge su mirada en el cuarto del hotel, en el que ve, al capricho del paso de los huéspedes, hacer el amor, palpitar, sufrir y morir a bípedos de su especie; ese famoso agujero, semejante al de ciertas casas de placer, no es más que un procedimiento imaginado por el autor para dramatizar un sistema filosófico, en el que resplandece nuevamente el espíritu ateo y laico que hereda de su padre. Barbusse grita contra todo lo que representa la abrumadora servidumbre de las tradiciones, la huella del pasado, el espíritu religioso, la moral dominante. Nuestra moral es para la calle, para el salón, para las relaciones sociales; una moral para andar entre gentes, fabricada a medida del público. Cuando damos vuelta a la llave y nos vemos solos a dos, lejos del mundo, sin que nadie pueda espiarnos, esa moral se esfuma: somos nosotros mismos y nos manifestamos tal cual, sin imposiciones.

Dijo Blasco Ibáñez que esta novela merecía el título de formidable, por su grandiosa y genial originalidad. Fue un éxito extraordinario, tanto de crítica como de público, vendiéndose más de 200.000 ejemplares, cifras no conocidas en Francia y superiores a las que consiguió alcanzar Zola

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