lunes, 18 de abril de 2011

IMANES. ¿Por qué nuestros antepasados comenzaron a creer en los dioses? ¿Por qué esa especial tendencia a la fe religiosa? ¿Por qué zonas del cerebro vinculadas a la religiosidad? ¿La fe instinto innato hacia la supervivencia?

CC

http://www.youtube.com/watch?v=jf-SVGNW9BI&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=iam3su4V_fg&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=soRYETB3QjY&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=4J7nniH7t3o&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=TlYXINOLWgI&feature=related














http://groups.google.com/group/fundacionneurociencias/browse_thread/thread/816231c640449cbeQué le ocurrió a aquel antepasado humano que comenzó a creer en los dioses? ¿Por qué nuestra especie tiene esa especial tendencia a la fe religiosa? La ciencia, especialmente la neurología, ha entrado de lleno en la búsqueda de respuestas dentro del cerebro, que por el
momento son muy complejas. Mucho se ha avanzado desde que el anatomista Franz Gall, a principios del siglo XIX, dijera que había encontrado el órgano de Dios en el cuerpo, lo que le valió la condenación eterna. Ahora, muchos investigadores prestigiosos están convencidos de que las redes neuronales están detrás de esa tendencia a la espiritualidad, que es innata y que se ha repetido en todas la culturas y civilizaciones. Si hace unos años, el biólogo americano Dean Hamer aseguraba haber hallado el gen de Dios, ahora investigadores del Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos en Bethesda (EEUU) han revelado las zonas del cerebro que se activan con la fe religiosa, que son las mismas que los humanos empleamos para comprender las emociones, los sentimientos y los pensamientos de los demás.
Este último trabajo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), sitúa el área religiosa en el lóbulo temporal y en el frontal, lo que indicaría, según el neurólogo Jordan Grafman, que juzgamos a Dios utilizando los mismos mecanismos que a otras personas y que, como creencias que se transmiten entre generaciones, entrarían en la memoria, la imaginación y la empatía.
El cerebro creyente Ahora bien, ¿por qué se cree en algo de lo que no existe constatación?
Algunos científicos apuestan por la idea de que el cerebro está organizado para que podamos creer. Otras hipótesis defienden que la religión surgió como una adaptación evolutiva que hizo que los genes que la facilitaban se transmitieran y prosperaran: habría ayudado a formar grupos sociales cohesionados y a proporcionar consuelo en las desgracias. Así lo cree el psiquiatra
Francisco J. Rubia, autor del libro 'La conexión divina'. «El origen de la espiritualidad, que no de Dios, fue multifactorial. Influyeron los sueños, en los que el individuo viajaba sin mover el
cuerpo, dando lugar a la idea del alma, y también la predisposición a la dualidad, porque el cerebro está organizado para ver el contraste, como es la luz y la oscuridad, lo finito y lo eterno, lo real y lo imaginario. Todo ello unía al grupo», argumenta. Sin embargo, algunos antropólogos, como Scott Atran, de Michigan, consideran que «religiones que hablan de paraísos tras la muerte no hacen mucho por la supervivencia en el aquí y ahora».
Paul Bloom, psicólogo de Yale, busca la explicación fisiológica. Argumenta que el cerebro tiene dos sistemas cognoscitivos: uno se encarga de las cosas vivas y otro de las muertas, uno se ocupa de la mente y otra de los aspectos físicos (el dualismo del que habla Rubia). Sería la explicación de por qué abandonamos el cuerpo en los sueños o en proyecciones astrales. Es la misma dualidad que prepara al cerebro para conceptos como la eternidad, la vida después de la muerte. Y añade que pensar en experiencias al margen del cuerpo, espirituales, «está a un paso de la creación de los dioses». La búsqueda de causas Pero, ¿bastan esos dioses para dar lugar a la religión? Deborah Kelemen, de la Universidad de Arizona, añade a este cóctel el sentido de la causa-efecto, es decir, buscar un propósito o un diseño para todo, algo que surgió por mera supervivencia (un ruido puede ser un depredador) y que el cerebro extrapola a lo demás: todo tiene un porqué.
«La religión es un artefato ineludible del cableado de nuestro cerebro», asegura Bloom en la revista 'New Scientist'. Incluso los ateos y agnósticos tendrían tendencia a pensar en lo sobrenatural. Según Rubia, en estos casos la espiritualidad innata se deriva hacia otras cuestiones, como la naturaleza. «Siempre se buscará porque produce endorfinas, y por tanto placer, pero las experiencias místicas pueden no ser religiosas», asegura. De hecho, Atran lo llama «la tragedia de la cognición»: «Los seres humanos pueden anticipar el futuro y concebir su propia muerte. Cuando los procesos naturales del cerebro nos dan una salida, la cogemos,
claro», argumenta. Luego, ¿la religión es un subproducto de la evolución del cerebro humano o fue seleccionada para la supervivencia del grupo? El evolucionista Richard Dawkins considera correctas ambas premisas. Por un lado estaría el adoctrinamiento que se recibe del grupo, y que se acepta para no ser rechazado, pero por otro la predisposición cerebral a creer en seres invisibles, que se concretan en los de los padres. La relación religión y cerebro va, incluso, más lejos. El psiquiatra español Rubia recuerda que hay una epilepsia que afecta al lóbulo temporal y activa la religiosidad por una descarga de neuronas. «Los chamanes eran personas que entraban en éxtasis y algunos sufrían esa enfermedad. Desde antiguo eran quienes hablaban con los muertos y curaban, seguramente por poderes psicosomáticos más que otra cosa».

BILIBOGRAFÍA
La neurociencia puede contribuir a la comprensión de la espiritualidad humana: Riesgos y oportunidades
http://padronel.net/2008/04/01/ct-la-neurociencia-puede-contribuir-a-la-comprensin-de-la-espiritualidad-humana-1111-riesgos-y-oportunidades/
La nueva Ilustración Evolucionista http://ilevolucionista.blogspot.com/
http://piedra.nireblog.com/

ANEXO: RELIGIOSIDAD Y COOPERACIÓN

La religiosidad es un producto evolutivo que garantiza la cooperación por el bien común
Los intentos por explicar el pensamiento religioso humano desde la perspectiva científica no son nuevos. Para los darvinistas, la religiosidad es un producto de la evolución que juega un importante papel en la formación y mantenimiento de los grupos humanos, favoreciendo la cohesión social, la fuerza de dichos grupos, y también la transmisión de los genes de sus miembros. El psicólogo Michael E. Price, de la Universidad Brunel, en el Reino Unido, explica en un artículo cómo puede entenderse el cristianismo desde la teoría de la evolución de Darwin. Según él, se puede considerar que los grupos religiosos son sistemas culturales que permiten a sus miembros maximizar el potencial de sus instintos cooperativos, para la producción de bienes públicos y para la propagación genética. Por Yaiza Martínez
El psicólogo Michael E. Price, de la Universidad Brunel, del Reino Unido, ha escrito recientemente un artículo para la revista The Global Spiral, en el que explica la existencia de las creencias religiosas desde la perspectiva de la cosmovisión darviniana. Para contestar a estas cuestiones, Price utiliza el cristianismo como caso de estudio.
http://www.tendencias21.net/La-religiosidad-es-un-producto-evolutivo-que-garantiza-la-cooperacion-por-el-bien-comun_a3292.html

Según Price, la idea de que podría haber una explicación científica para la relación existente entre religión y comportamientos sociales (morales) no es nueva: Max Weber, Emile Durkeim o Talcott Parsons, por ejemplo, ya la propusieron.

Desde la perspectiva de Darwin, los análisis realizados sobre la religión han tendido a hacerse bien desde la intención de ridiculizar las creencias religiosas bien desde la intención de explicar el pensamiento religioso científicamente, sugiriendo que éste surge a partir del desarrollo de mecanismos psicológicos que nos han permitido realizar funciones no-religiosas, como la habilidad de cooperación grupal para competir con otros grupos rivales.

La religión, para esta perspectiva, ha evolucionado para servir a los intereses genéticos de los individuos: a menudo la gente necesita formar grupos que cooperen de forma efectiva, y la religión ha ayudado a que esto se produzca.

Adaptaciones múltiples

La mayoría de los darvinianos modernos –al igual que el propio Charles Darwin- cree que el principio fundamental de organización de todos los organismos es un conjunto de adaptaciones al medio. Estas adaptaciones suponen características funcionales que están codificadas en el genoma.

Los humanos modernos estamos compuestos de adaptaciones que, proporcionadas por nuestros ancestros, nos han otorgado una serie de ventajas evolutivas. Una de esas ventajas es nuestra capacidad para la cooperación en grupo.

La psicología evolutiva explica que la religión ha jugado un papel en la vida social de los humanos porque nos ha permitido colaborar los unos con los otros: la cooperación, en muchas situaciones, ayuda a generar unos recursos que no podrían generarse a nivel individual.

La evolución, por otro lado, también nos ha predispuesto para ser hostiles hacia las personas que intencionadamente toman beneficios del grupo sin aportar nada a éste. Para la producción de los bienes públicos, por tanto, se necesita un sistema de incentivos personales que motiven a la gente a contribuir, más que a ir por libre aprovechándose del trabajo de los otros.

Darvinismo y lógica cristiana
Desde la perspectiva darviniana, en este sistema jugaría un papel clave la religión. Según Price, “el modelo darviniano de cooperación ilumina la lógica del cristianismo, dado que la teología cristiana es un sistema cultural que potencia los instintos cooperativos humanos de manera efectiva”.

Con dicho sistema se generan una serie de beneficios públicos, que pueden deducirse fácilmente de la lectura de los Diez Mandamientos bíblicos: obedecer a los padres, no codiciar, no matar, no robar o no cometer adulterio. Si todo el mundo sigue estas normas, evidentemente, el entorno social se verá libre de conflictos y de crímenes.

Esta armonía social no solo protege a unos miembros del grupo contra otros, sino que hace que el propio grupo sea mayor y más poderoso.

En cuanto a la fe en Dios, ésta permite a los miembros del grupo creer en una entidad que los controla, los premia y los castiga. Su omnisciencia y su atención al comportamiento moral de cada uno de los miembros del grupo, y la fe en estas capacidades por parte de los creyentes, protegerá a la sociedad de los pecados que sus componentes evitarán cometer.

Jesús como modelo de altruismo

Los cristianos cuentan, asimismo, con otra poderosa herramienta de impulso a los comportamientos cooperativos: la creencia en que se deben esforzar por emular a Jesús.

Esta creencia promueve los comportamientos no egoístas, puesto que se basa en el ideal altruista de la figura que, según el cristianismo, se sacrificó a sí mismo para salvar a la humanidad.

Un importante elemento de cohesión en los grupos religiosos es el asegurar que los miembros demuestren su entrega al sistema, de manera que unos a otros se ayuden a mantener su confianza en éste y no abandonen sus normas o, directamente, el grupo. En este aspecto juegan un papel clave los comportamientos religiosos que demuestran la sinceridad de la fe de los creyentes.

En general, se puede considerar que los grupos religiosos conforman sistemas culturales que permiten a sus miembros maximizar el potencial de sus instintos cooperativos, para la producción de bienes públicos (logros a corto plazo), y también para asegurar los intereses genéticos (logros a largo plazo).

Según Price, que en este caso se haya analizado el cristianismo no implica que esta religión sea la única que puede plegarse a la interpretación darviniana de la religiosidad.

El papel de las instituciones seculares

El autor señala que, si la mente humana es un producto de la selección darviniana y que, el pensamiento religioso ha sido generado por nuestras mentes, todas las religiones deberían poder ser igualmente analizadas desde esta perspectiva.

¿Podrían las instituciones seculares resultar tan efectivas como los sistemas religiosos en la motivación de la gente para la producción de bienes comunes?

Para Price, sería posible, pero lo cierto es que los sistemas religiosos cuentan con una ventaja crucial: sus seguidores no sólo creen que Dios sabe todo de sus buenos y de sus malos actos, sino que también creen que Él es perfectamente justo, y que puede castigarlos y premiarlos.

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